Thursday, November 9, 2006

Los forzudos

Cerca de casa hay cuatro o cinco pequeños parques. Tres de ellos son los oficiales y bien cuidados: el de los niños, el de los ancianos (seniors) y el general. Tienen jardineros y guardias que se cuidan de ellos y tienen horas de apertura y de cierre.

Luego están los otros parques, más o menos: el descampado donde se juega al fútbol y al cricket y un pequeño parque, el parque huérfano, en el que quedan restos de algunos juegos para niños (un tobogán y unas barras paralelas) y que sirve un poco para todo: como extensión del campo de cricket cuando este está muy lleno, para que se sienten las parejas a hablar, sólo a hablar, que este es un país muy casto, o para que se ponga el vendedor de panochas de maíz asadas los domingos por la mañana.

Cada mañana pasamos por delante del parque huérfano camino del colegio de R y J. A esas horas siempre hay dos personas haciendo ejercicio para mantenerse en forma. Usan piedras como pesas y los restos de los juegos como máquinas de fitness improvisadas. Vestidos con ropa deportiva y, uno de ellos, con una cinta en el pelo de las que usaban los tenistas en los años setetenta para absorber el sudor, me recuerdan aquellas imágenes de forzudos de feria que aparecen en las películas antiguas.

Al principio, nos miraban pasar en el coche con una mirada interesada y curiosa, supongo que una cara parecida a la que debía poner yo mirándolos a ellos. Últimamente, nos saludan al pasar, y nosotros respondemos a su saludo.

A veces intento imaginarme una historia para los forzudos, pero me resulta difícil. Si estuviésemos en España, podrían pasar por dos porteros de discoteca, un poco entrados en años y venidos a menos, entrenando para mantenerse en forma. Pero, claro, esa historia no creo que funcione en Bangalore.

Quizá alguna mañana me decida a bajarme del coche y preguntarles, incluso hacerles una foto...

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